7.3.07

Juan José Millas (V)

Como esto ya está durando mucho, aquí pongo lo que falta de este tronchante relato. A l@s valientes que se lo hayan leído entero les animo a que dejen su opinión en un comentario.

Viaje al centro del aire acondicionado, por Juan José Milllás (continuación)

Finalmente, a la hora de comer, encontré la salida y huí de Guadalajara en dirección a Monterrey, la ciudad en la que habían aparecido los hámsters que se perdieron en el aire acondicionado de Madrid, y en la que, según la documentación de que disponía, las temperaturas podían alcanzar los 49 grados a la sombra. La razón me aconsejaba buscar los medios para regresar a casa, pero tenía la impresión de haber empezado a confeccionar la red del aire acondicionado, o de la bronquitis crónica, en la que permanece atrapado el universo, y no era cosa de abandonar el empeño encontrándome tan cerca de sus puntos neurálgicos. Siempre me ha perdido el afán de saber. Soy un curioso.

No me habían engañado: Monterrey era sin duda el centro mundial de la refrigeración. Desde la ventana de mi hotel, que daba a una calle ancha, veía pasar todo el día a personas con aparatos de aire acondicionado debajo del brazo. Me dio la impresión de que los compraban ya encendidos, como los televisores, y que no había forma de apagarlos hasta que ellos mismos expiraban por causas naturales. A todo esto, yo no hacía otra cosa, desde mi paso por Miami, que tomar toda clase de antigripales, anticatarrales, mucolíticos y reguladores de la función nasal o de la sinusitis propiamente dicha para mantenerme en pie. Consumí también varias cajas de pañuelos de papel y acabé con la melatonina, que me proporcionó, es cierto, una eternidad que, al igual que la de Miami, era una suerte de eternidad dominguera, mala. Más que pastillas, tenía la impresión de ingerir domingos que se incorporaban a mis tejidos orgánicos, mezclándose con los vinilos, para producirme un bienestar repugnante, parecido al del limbo, donde las cosas aunque desinfectadas y desinsectadas, no son ni carne ni pescado.

En cualquier caos, al volverme eterno, perdí la noción del tiempo y me olvidé de regresar a casa, hasta que cierto día, caminando por una calle llena de tiendas dedicadas a la industria del frío, me pareció escuchar unas voces conocidas procedentes del aire. Me detuve un momento y reconocí en ellas las de mis antiguos compañeros y compañeras de oficina: podía distinguir perfectamente a los ecologistas agnósticos, a los ex fumadores combatientes, a los partidarios o detractores del aire acondicionado y a los militantes de Comisiones o UGT, todos empeñados en una nueva guerra civil a favor de esto o de lo otro para demostrar su españolidad sin límites. Me pareció que hablaban de mí. Decían que finalmente había enloquecido con el asunto del aire acondicionado perdiéndome en el interior de alguno de sus numerosos conductos, como los hámsters anillados, sin que mi familia hubiera vuelto a saber nada de mí. Comprendí, pues, que , ahora sí, me encontraba en el centro mismo de la refrigeración artificial, donde caía todo lo que nosotros arrojábamos por los conductos de la oficina de Madrid, incluidas las voces, los hongos vaginales y los virus faríngeos que el mismo aire nos devolvía luego debidamente engordados, para hacernos más daño. Entonces decidí que había llegado el momento de volver a casa, si ello fuera posible, y regresé corriendo al hotel, para hacer las maletas. En el ascensor se coló detrás de mí un hámster al que el recepcionista echó a patadas, pidiéndome disculpas mientras aseguraba que se trataba de un accidente absolutamente excepcional. No le dije nada porque no quería adelantar conclusiones antes de dar a conocer mi descubrimiento a la comunidad científica.

Escapé del aire acondicionado vía México, Distrito Federal, y al llegar a Madrid, con cuarenta de fiebre y sin mucosas, alcancé conclusiones sorprendentes al ordenar mis notas. Por ejemplo, que a través del aire acondicionado no sólo se produce una distribución mundial de hongos y aspergillus, sino dosis considerables de sumisión. Un empleado con catarro crónico, tos seca, picores en la piel y conjuntivitis no puede rebelarse contra su empresa porque sabe que no tiene adónde ir con esos síntomas, que son, entre otros, los que produce la refrigeración. Su autoestima baja al mismo tiempo que la temperatura, y llega a un punto en el que se conforma con un sueldo que le permita comprarse analgésicos, mucolíticos y pañuelos de papel que consume sin cesar, a veces se los come. El aire acondicionado constituye el mayor distribuidor universal de ideología globalizadora, y no sería raro que a través de sus rejillas, además de frío y miedo, las multinacionales emitieran órdenes lanzadas en una frecuencia de onda que sólo fuera capaza de recoger el subconsciente, de modo que resultara imposible rebelarse contra ellas.

La Organización Mundial de la Salud sólo expende el certificado de enfermedad a un edificio cuando este provoca problemas de salud al 20 por ciento de sus ocupantes. La generosidad de esta institución con los inmuebles resulta alarmante si consideramos su fundamentalismo en relación al tabaco, por ejemplo. Quizá si investigáramos a fondo los edificios donde la OMS tiene sus oficinas, comprenderíamos por qué no son más radicales.

Antes de cerrar este reportaje, realicé algunas gestiones para que me permitieran adentrarme en las entrañas de un moderno edificio de oficinas de Madrid, considerado como el templo de la arquitectura inteligente contemporánea. Se me denegó la autorización sin que los responsables del mantenimiento pudieran darme una excusa razonable, pero yo me enteré bajo cuerda de que las empresas que tienen sus oficinas en él están asustadas por el número de empleados que se han dado de baja por enfermedad en los últimos meses, sin que sean capaces de atribuirlo a otra cosa que a la porquería que escupen las rejillas del aire acondicionado, lo que de demostrarse significaría desembolsos muy importantes en indemnizaciones. Personalmente, sólo pretendía tener la curiosa experiencia de llegar gateando a ese punto donde el aire caliente se transforma en frío, que debe ser muy parecido a ese lugar de Suiza donde el dinero negro se convierte en blanco. Sin embargo, el hecho de que pusieran tantas resistencias no hizo sino confirmar que los intestinos de las modernas oficinas y de los países helvéticos expelen algo más que frío o ácaros muertos (aunque también vivos).

Quizá se comprenda lo que tratamos de decir si se tiene en cuenta que las técnicas de la refrigeración están sustentadas sobre perversiones orgánicas tales como que al poner en contacto dos cuerpos de distinta temperatura, es siempre el caliente el que cede calor al frío, nunca al revés. I que cuando un cuerpo pasa del estado sólido al líquido, absorbe calor. Todo ello no puede llevarse a cabo sin producir desajustes morales tanto en el exterior, que se sobrecaliente, como en el interior, que se deshidrata.

Mi experiencia, pues, aunque, parcial, constituye un alegato científico contra los ambientes climatizados. Es de esperar que el clamor que su uso empieza a producir en innumerables edificios de oficina aumente en los próximos años, a medida que se vaya completando el mapa mundial de la red climática falsa en la que vivimos atrapados. Desde luego, Madrid, Miami, Guadalajara o Monterrey son puntos neurálgicos de esa red por la que circulan hongos, bacterias, voces, hámsters, ácaros y quizá jubilados, pero no representan ni el 2 por ciento de malla total. Hay que comprobar adónde dan los conductos de las oficinas de Nueva York, de Ciudad del Cabo, de Sao Paulo, Brasilia, Medellín o Buenos Aires, pero eso no se puede hacer sin grandes inversiones en hásmters anillados que recorran la red de un lado a otro para ayudarnos a confeccionar el mapa que nos haga comprender nuestras faringitis crónicas, tus conjuntivitis ocasionales, sus vaginitis intempestivas. Todo ello, si la OMS y la industria farmacéutica lo permiten.

2 Comments:

Blogger Helen said...

Niña!!!
Has cambiado tu blog por el club de fans de Millas!!!!
La verdad es que no escribe nada mal pero.....cuentanos como te va a tí!!!!
Besotes guapa
Elena

08 marzo, 2007 08:52  
Blogger Aída said...

Sí, tantos fans de Millás que ni uno sólo se ha decidido a dar su opinión...

Seguiré poniendo fotos y contando mis batallitas. Palabra.

08 marzo, 2007 15:53  

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